Con las alas rotas por la cruel saeta
de aquella pobreza,
con las alas rotas en
el primer vuelo
que me arrastró
pronto
por el mar ignoto
hasta que su fuerza,
aquella mañana de
frío noviembre
me dejó en tu arena.
El gris de tu estampa
mitigó las luces
de mi primavera
con la sombra opaca
de un tupido bosque
de cemento y piedra.
¿Dónde los amigos?
¿Y la niñez, dónde?
¿Dónde la quimera?
Y el redil querido,
¿dónde hallará
abrigo
en esta arboleda?
Con la incertidumbre
como un viento frío
sobre mi cabeza,
la interna simbiosis
de temor y ansias
de dura pelea.
Y qué larga ha sido
esta mi derrota
frente a tu dureza.
Qué búsqueda inútil
la de que el soporte
de mi mundo fueras.
Cuánta caminata de
luces y sombras
entre la maleza.
Qué dolor de años
tan irrepetibles
rotos en la senda.
Por tus calles
largas, pedazos del alma
se hicieron ausencia,
en tus calles largas, cuántas he vertido
lágrimas de pena.
Ya quizá llegamos hasta la enramada
que pudo ser meta,
pero fue tan largo el vuelo emprendido,
tantas las tormentas,
tan deprisa el tiempo sobre el que volamos
tras nosotros queda,
que con dolor miro
mi bandada al lado, ay, pero no entera.
Yo también un día oiré la llamada
de voces fraternas
y por estas calles que no he conquistado
me iré tras de ellas.
Y de nuevo el vuelo levantaré alto
con las alas nuevas,
para ir en su busca, porque en algún sitio
yo sé que me esperan.
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