Ay, niña de las naranjas,
fulgor de fruta madura,
vértigo de calentura
¿qué luz de qué pensamiento
te cruza como un cometa
tras de la última meta
de tus ansias de mujer?
Ninfa de mis naranjales,
blando alabastro rosado
que ese fruto deseado
me estás ofreciendo así,
inútil que con tu prisa
su pulpa agridulce niegues,
que el misterio de tus pliegues
me atrae sin freno hacia ti.
La llama que arde en tus ojos
un prisma de amor irisa;
no sé si se hace sonrisa
o malla de espesa red,
porque con tu raro hechizo
en tibia bandeja ofreces
siete bellas redondeces
para mitigar mi sed.
Muy bien, José tienes un blog precioso.
ResponderEliminarDespués nos vemos en ckase
Leonor