persiguiendo la
aurora
de una mañana
cálida
que desate las
manos,
que atadas de
pobreza
no alcanzan a la
copa
donde la primavera
promete la áurea
fruta.
Bajo cielo de plomo,
por carriles de
asfalto,
espíritu de pueblo
hinchado en rebeldía
ya no cabe. Rebosa
en esta vida angosta
y se derrama en
versos
que quieren ser
clarines
que busquen los
oídos
de esta sociedad
ebria
de letal conformismo
ante las
injusticias.
Escúchame, te llamo
a que te despereces
y el enjambre de
yemas
que amanece en tus
ramas
cuaje pronto y
sazone
en el fruto maduro
que nos traiga a
nosotros,
los pobres de la
tierra,
el maná que
aguardamos
con hambre a ras de
ella:
¡que llegue la
cosecha
al fin de la
invernada!
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