Agosto
le ha puesto diques
al
aire del mar Atlante
y
se ha tendido en de hierba
que
brilla como cristales.
Unas
pinceladas ocres
como
esculturas de jaspe
son
las únicas figuras
sobre
el verde del paisaje,
que
al vernos (sombra veloz
que
cruza sus pastizales),
la
lenta rumia detienen
en
súbita interrogante.
Modorra,
calor y moscas
con
sucio plumero baten
mientras
sus ojos transportan
una
pregunta en el aire:
¿Hacia
que cielo voláis?
¿Qué
iris hay en otros lares
que
no tengan nuestras flores
o
no espumen nuestros mares?
Contemplad
con ojos nuevos
la
belleza del instante
y
haced del camino meta
de
vuestro andar, caminantes,
porque
el universo entero
se
pone aquí a vuestro alcance
entre
unas gentes sin tiempo
y
estas dormidas ciudades.
Llevad
la luz de estos prados
calidoscópica,
amable,
de
un prisma roto en relumbres
sobre
un mar sin oleaje.
Así,
cuando zarandee
vuestro
vivir jadeante
el
torbellino de angustias
que
vuestras vidas abate,
de
los rincones del alma
sacad,
sacad esta imagen,
¡para
volver a aspirar
el
aroma de esta tarde!